viernes, 8 de julio de 2016

Miguel

En el citroen de Miguel salíamos cargados de baldes y bombitas en carnaval, ese mismo citroen 2CV del cual había que bajarse en los pasos a nivel elevados, porque cargado con todos nosostros y arrancando de cero, no tenía fuerza para subir esas pendientes. 

En lo boliches, Miguel tenía mucho mas éxito que nosotros, éxito que no atribuyo a la pinta ya que todos en el grupo éramos bastante "promedios" en ese aspecto del aspecto, pero Miguel conquistaba por simpático y entrador. Comparado con el resto, Miguel derrochaba calidez y simpatía, mientras que nosotros parecíamos salidos de un frigorífico, ahora lo veo, y es lógico que las minas fueran con él.
 

Un día en el vestuario del colegio, mientras nos cambiábamos con ropa para ir a la clase de taller, Miguel me pregunta en forma cruda y frontal: "Cuántas veces por semana te masturbás vos". 
Mi mente quedó fría, ¿cuál era la respuesa correcta? ¿decir una vez sería mucho o poco? ¿dos, tres...? qué momento incómodo para mí que con 14 años aún no había entrado en esa fase y no tenía un número standard de referencia, pero no podía quedar como un boludo, así que dije seriamente y con seguridad: "una vez".
 - ¿Nada mas? -se asombra-. 
- Bueno, -corregí rápido-, a veces dos o tres, depende.
Pronto cambiamos de tema. Lo que era tabú y traumático para mí, para él era lo mas natural del mundo.
 

Al terminar el colegio, a los dos nos tocó la colimba. 
Fuerza: Marina. Lugar: Bahía Blanca, Puerto Belgrano. 
Tres meses compartimos juntos la instrucción hasta que cada uno se fue a su destino. 
No recuerdo mucho esa época, pero si hay algo que recuerdo es la satisfacción y tranquilidad de tener un amigo como Miguel entre esa muchedumbre, alguien con quien charlar y compartir los mismos códigos.
 

Un verano vino de vacaciones con el resto del grupo, habíamos ido a Mar del Plata y nos dijo que era la primera vez que veía el mar.
 

Años mas tarde, nos empezamos a ver los fines de año en las reuniones de egresados, rememorando las épocas del secundario y siempre prometiéndonos vernos mas seguido para un asado o una cerveza, deseo siempre incumplido por la operatividad de la vida.
 

Miguel no sonreía, lanzaba carcajadas. Siempre dispuesto al encuentro y a ayudar a otros. Laburador, alegre, campechano, así es la imagen que tengo de él. Un tipo simple pero profundo en lo importante. 

Nosotros, el resto del grupo, somos mas cerebrales, hasta nuestro cariño es mas cerebral y calculador. Con Miguel uno se relajaba, había un corazón detrás. Por eso lo vamos a extrañar tanto..